Agrupación de Mediación del Colegio de Abogados de Valladolid

Sesiones metodológicas

16 julio 2018



Desde la Agrupación de Abogados Mediadores, consideramos imprescindible para la formación continua de la persona mediadora compartir nuestras experiencias en el ejercicio de la profesión. Por ello, hace ya algunos años, entendimos que un medio adecuado para lograr este fin podía ser lo que acordamos en llamar “sesiones metodológicas”.


En síntesis, las sesiones metodológicas se desarrollan dentro de un ámbito de confianza y carente de toda formalidad académica. En éstas, uno o más compañeros o compañeras exponen sus experiencias en una mediación concreta o en varias, del ámbito concreto que ellos decidan (familiar, estrictamente civil o mercantil, etc.), analizando su desarrollo y evolución, las actitudes y comportamientos de las personas mediadas, el manejo de las situaciones de tensión o los bloqueos que se pudieran producir, pero también cómo todo ello nos influye tanto en nuestro papel como en nuestra propia persona, de forma que de las mismas podemos extraer enseñanzas que van más allá del desempeño de nuestra labor mediadora hasta llegar a influir en nuestra propia vida personal.

Desde un punto de vista más técnico, con estas experiencias se comprueba la eficacia u oportunidad que el uso de unas u otras herramientas de las que posee la persona mediadora produce sobre el conflicto concreto.

Aunque a cualquier profesional de la mediación entiende a la perfección no ya únicamente lo leído hasta ahora, sino también todos los matices que se derivan de ello. La mejor manera de que cualquier otro profesional ajeno comprenda plenamente el desarrollo de una sesión metodológica (e incluso de una mediación) puede ser exponer en concreto, con palabras de personas mediadas y mediadores, lo que bien puede suceder en una mediación familiar entre una pareja que desea divorciarse, desde el inicio de la misma, hasta su conclusión.

Para ello, se describiremos ciertas situaciones concretas que pueden darse durante el desarrollo del proceso.

En este contexto, las emociones, el reencuentro con la expareja o el propio comienzo del proceso de mediación pueden, además de las peculiaridades de cada persona concreta, pueden provocar en esta dificultades a la hora de explicar su postura sobre los asuntos concretos que se van a discutir. El mediador o mediadora, tras escuchar atentamente las palabras de la persona mediada, va a intentar contribuir a ordenar sus ideas y fijar los términos del debate (técnica de ordenación):

X: “yo no he venido aquí a pedir ni a suplicar nada a nadie. Estoy pagando un alquiler como puedo, con la ayuda de mi familia, a pesar de que tú (la expareja, llamémosle “Y”) tienes dos casas, porque con los 150 euros que recibo de él no llega para los gastos de los niños y ahora mismo no trabajo y sólo tengo una ayuda de 426 euros, y no es porque no quiera trabajar, que encontrar trabajo no es fácil y llevo 20 años dedicada exclusivamente a la casa y no hemos hablado si eso me lo vas a pagar, y sigo en esta ciudad para que puedas estar con los niños, porque podría irme una temporada a casa de mis padres a Gijón y a ver qué pasa, que me lo estoy pensando, porque no puedo aguantar mucho más esta situación y tal vez allí encuentre trabajo”.

M: “corrígeme si me equivoco, pero entiendo que los asuntos que quieres tratar son la cantidad que X tiene que pagar como alimentos y gastos de los niños, si X podría o no compensarte el tiempo que has dedicado exclusivamente a la familia y decidir en qué domicilio residirás con los niños, ¿cierto?”.

Expuesta en la sesión metodológica esta situación, puede que alguien de los que asisten señale que hubiera hecho lo mismo, pero también que cabría otro tipo de actuación no tanto para fijar los términos de la negociación, como para profundizar en el debate entre las personas mediadas, confrontar o ayudar a liberar emociones:

M: “da la impresión de que sientes que “Y” no ha valorado lo suficiente el trabajo que has realizado en la casa durante el tiempo que ha durado vuestra relación. Además, me gustaría que nos contaras cómo te sientes en estos momentos, en los que incluso te planteas mudarte a otra ciudad”.

A partir de ahí, es común que en la sesión metodológica se genere un intercambio de opiniones, ideas, se aporten otras experiencias similares, etc., por todas las personas que participan en relación con los momentos en los que las personas mediadas comienzan a exponer sus expectativas respecto del proceso de mediación, enriqueciendo no sólo la exposición del o de los “ponentes” sino también el propio bagaje particular de los profesionales que asisten.

Como es bien sabido, la persona que media debe ser neutral e imparcial )en el ámbito familiar, el artículo 10 de la Ley 1/2016, de 6 de abril, de Mediación Familiar de Castilla y León, regula los deberes del mediador y, entre ellos, el de "actuar de forma neutral e imparcial, evitando intervenir cuando concurra alguna causa de abstención o tomar parte por una solución o medida concreta".

Estas obligaciones comprenden no sólo el deber de no tomar partido por las posiciones, posturas, propuestas, etc., d las personas mediadas, sino también impedir que los propios estándares de valores, pensamientos, ideas o creencias del mediador puedan exteriorizarse durante las sesiones e influir en el proceso o en las personas que acuden a mediación.

Resulta Obvio que mantenerse neutral e imparcial en una mediación no es siempre tarea sencilla y, yendo un paso más hacia delante, que las personas mediadas perciban que mediador es neutral o imarcial, siempre es complicado:

X: "Es usted terrible, un incompetente, no me comprende y, para ser mediador entre los dos, siempre está a favor de "Y".


¿Qué podría hacer el mediador?

 M: “Lamento mucho que piense que no soy un buen profesional, que se sienta incomprendida y que crea que tomo partido en favor de “Y”. ¿Podría decirme en qué momentos ha tenido usted esa sensación y qué es lo que dicho o hecho para que piense esas cosas que afirma?”.

O bien, M: “Si usted cree eso, le pido por favor que cada vez que perciba que lo estoy haciendo mal o que tomo partido por alguno de los dos, me interrumpa inmediatamente y lo exprese. Se lo digo porque valoro muy positivamente su franqueza y, además, el hecho de que, a pesar de todo lo que ha percibido, continúe interesada en continuar con la mediación e intentar llegar a acuerdos”.

O también, M:”Creo que estamos en un momento muy tenso. Llevamos mucho tiempo ininterrumpido hablando de asuntos muy importantes para todos y considero que deberíamos hacer una pausa. No obstante, “X”, cuando retomemos la mediación, me gustaría que profundizaras más en lo que has dicho y en cómo te sientes”.

Sin duda, durante la sesión metodológica, habrá asistentes que prefieran una opción a la otra, o incluso, que expongan que ellos habrían actuado de otras formas distintas. Entonces, ¿se puede afirmar que existen varias soluciones para una misma situación? Por supuesto que sí. En una de las jornadas de formación promovidas por la Agrupación de Abogados Mediadores, Eloy González Arranz, psicólogo de formación, pronunció una frase, a nuestro entender, muy certera: “mediamos como somos”. Cada persona mediadora tiene una personalidad, un estilo, una forma de desenvolverse en la gestión de conflictos y en su propia vida diaria y, por ello, tiene sus propias soluciones para cada problema. Ello no debe suponer una contradicción con el hecho de que la flexibilidad y el adaptarse a las circunstancias son cualidades que facilitan el desarrollo de las mediaciones. Siendo así, la persona mediadora ha ido obteniendo durante el proceso de mediación información, no sólo sobre el conflicto concreto que motiva su intervención, sino también sobre las propias personas participantes con las que media y, por el bien de la mediación, antes de responder a “X”, deberá valorar las consecuencias que sus palabras y gestos van a tener sobre “X”, pero también sobre “Y” y sobre el buen fin del proceso.

Avanzando en el análisis de la mediación familiar, es común que cualquiera de los profesionales de la mediación haya comentado en alguna ocasión con sus colegas que en determinada intervención, se llegó un a punto de atasco total, en el que no parecía haber manera de desbloquear la situación generada y el acuerdo final se antojaba imposible de alcanzar.

Conviene recordar que no hay fórmulas mágicas para resolver todo tipo de situaciones que se puedan durante el proceso y que cada caso en el que se trabaja es diferente y requiere una solución a medida.

Aun ajustándose a las peculiaridades del asunto concreto, la persona mediadora no hay que perder de vista que, más allá de las posiciones de cada una de las partes, esto es, el modo en el que se manifiestan para defender y justificar su postura, se encuentran los intereses que motivan esa postura concreta en un momento dado, los cuales comprenden las preocupaciones, expectativas en la nueva fase de relaciones tras la ruptura, especialmente, respecto de la otra parte en la mediación. Además, siempre va a ser oportuno poner de manifiesto los avances conseguidos, tanto en cuanto a las relaciones personales entre las personas mediadas fomentando el diálogo como en el propio proceso encaminado a lograr acuerdos. A partir de ahí, la intervención mediadora podría ir en el sentido siguiente:

M: ”valoro muy positivamente que, a pesar de todos los problemas que habéis atravesado, hayáis sido capaces de dialogar y negociar sensatamente el uno con el otro y de haber llegado hasta este momento. Habéis avanzado mucho, creedme. Os comunicáis ahora en vuestro día a día planteando cuestiones concretas y evitáis los reproches, acordasteis cómo queríais que fueran las relaciones de vuestros peques con cada uno de vosotros y, pensando en su futuro, decidisteis que hicieran una serie de cursos y clases de refuerzo para mejorar sus resultados académicos. Por otro lado, recuerdo que, en nuestras primeras sesiones, continuamente os tenía que interrumpir para evitar que os faltarais al respeto y ahora “X” reconoce que “Y” es un buen padre y valora positivamente el tiempo que pasa con los niños, mientras que “Y” ha llegado a afirmar que gracias a “X” ha logrado alcanzar el éxito profesional y ha mejorado como persona en su vida diaria”.

Si este artículo fuera una sesión metodológica, los asistentes podrían relatar cómo actuaron ellos ante un bloqueo del proceso y cuál fue el resultado de su actuación, así como también, desde la perspectiva que da el reposo de lo sucedido, plantear otras posibles acciones que hubieran podido ser eficaces en aquel momento, en definitiva, compartirían sus propias experiencias con el resto de participantes y, a su vez, estos darían su opinión al respecto y cómo habrían actuado ellos, abriéndose de este modo un enriquecedor debate profesional. Desde la Agrupación, queremos poner el énfasis en las bondades de este tipo de encuentros, aun resultando reiterativos en estas letras que escribimos, porque entendemos que la formación en mediación es continua y, como se puede decir de casi todas las cosas en la vida, cada día, cada experiencia, cada conversación,…, es un aprendizaje que nunca acaba y las sesiones metodológicas nos parecen un instrumento idóneo para avanzar en este sentido.

Para concluir, conviene apuntar que siempre es necesario cuidar el fin del proceso. Ello puede suceder, bien porque no se han alcanzado acuerdos y ello genera cierta sensación de insatisfacción en el mediador, por el propio cansancio y agotamiento experimentado en el proceso y en una última sesión tensa, bien por cualesquiera otras razones.

Ya que estamos en una sesión metodológica “a distancia” y, al leer esto, habrá múltiples opiniones y aportaciones que, esperamos, sean presenciales, baste apuntar lo más básico respecto del final de la mediación: haya o no haya habido acuerdo, es adecuado felicitar a las personas que han sometido sus problemas a mediación por el esfuerzo que, sin duda alguna, les ha supuesto como por la confianza que han depositado en el profesional al que, en muchos casos, desconocían previamente. Además, si no han alcanzado acuerdos, entendemos que no debemos permitir que los mediados puedan abandonar con una sensación de fracaso, de impotencia o con cualquier otra percepción negativa sobre su persona. Para ello, por un lado, conviene exponerles los beneficios que han obtenido con la mediación, las herramientas que hayan podido adquirir durante el proceso, o incluso el mero intento de solucionar de esta forma su conflicto y, por otro lado, explicar que no llegar a acuerdos es algo que sabíamos que podía pasar, normalizando este hecho, procurando eliminar cualquier atisbo de desvaloración de su persona a consecuencia de la falta de consenso y proyectando su situación hacia el futuro, a las vivencias y oportunidades que les podrá deparar su particular viaje a Ítaca, en palabras de Cavafis, su camino por andar:

ÍTACA

“Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
 pide que el camino sea largo,
 lleno de aventuras, lleno de experiencias.
 No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
 ni al colérico Poseidón,
 seres tales jamás hallarás en tu camino,
 si tu pensar es elevado, si selecta
 es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
 Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
 ni al salvaje Poseidón encontrarás,
 si no los llevas dentro de tu alma,
 si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
 Que muchas sean las mañanas de verano
 en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
 a puertos nunca vistos antes.
 Detente en los emporios de Fenicia
 y hazte con hermosas mercancías,
 nácar y coral, ámbar y ébano
 y toda suerte de perfumes sensuales,
 cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
 Ve a muchas ciudades egipcias
 a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
 Llegar allí es tu destino.
 Mas no apresures nunca el viaje.
 Mejor que dure muchos años
 y atracar, viejo ya, en la isla,
 enriquecido de cuanto ganaste en el camino
 sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
 Sin ella no habrías emprendido el camino.
 Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
 Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
 entenderás ya qué significan las Ítacas”.

César Hernández Romón.

Presidente de la AAM.

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